La Gacetilla de Jujuy de septiembre de 2010
¿Cómo es eso de que Dios creó a la Argentina dotándola de todas las maravillas y riquezas posibles y que, una vez terminada su obra, la observó y comprendió que había caído en exceso, que no podía permitir la existencia de un paraíso terrenal, y entonces, muy a su pesar, decidió reparar su injusticia creando a los argentinos?
Éste es un chiste muy conocido en España, que he redactado en lenguaje mitopoético y utilizado como prólogo de El Tacuaral, porque resume el sentido de la trama de la novela. En él se condensa el prejuicio que se tiene desde fuera sobre los argentinos: la sensación popular de que el argentino es muy soberbio, que en el fondo siempre se ha sentido superior al resto de los sudamericanos, pero que, en definitiva, ha sido incapaz de administrar su inmenso patrimonio porque ha vivido siempre en situación de crisis económica, política y social. Ésta es la ficción que intento desentrañar en la novela.
¿Son sólo chistes o existen en España problemas discriminatorios?
No conozco ningún país donde no haya discrimación o xenofobia, y te aseguro que he viajado mucho. Los pueblos son muy primitivos en cuestiones de aceptación o de rechazo de los otros y, por eso, creemos que hay multitud de discriminaciones: étnica, religiosa, de edad, de género, etc., pero básicamente la discriminación y la xenofobia se producen por razones económicas, por la disputa de los recursos materiales y el poder que conllevan. En España, como en cualquier otro país, la discriminación es mayor en las clases más bajas porque, a ese nivel, se lucha por un trabajo no cualificado, que puede ser realizado por un sector más amplio de población. Al extranjero no se lo quiere, tampoco al argentino, porque la oferta de empleo es poca y hay muchos desocupados. En niveles más altos, cuando no hay problemas económicos, la discriminación no es tan grande y, cuando la hay, es exclusivamente ideológica. En este sentido, los argentinos tienen una gran ventaja, ya que son muy buenos profesionales. En definitiva, la discrimación surge de la injusticia y de la ignorancia. La solución es una buena educación y no sólo teórica, sino una educación práctica, del corazón, que sirva para desvelar los mitos que construye un determinado grupo social para asegurar su supervivencia y su dominio.
¿Tenemos un imaginario social que nos lleva una y otra vez a cometer errores?
Precisamente El Tacuaral trata de ese imaginario, que yo creo que surgió en la época de la conquista, cuando los españoles llegaron aquí buscando unas riquezas que supuestamente existían pero que en realidad se encontraron más arriba, en Bolivia, porque en el Río de la Plata, ¿cuánta plata sacaron? ¡Nada! Los españoles trajeron consigo la codicia y la ambición económica disfrazándola de mitos y leyendas, como El Dorado, la Ciudad de los Césares, el Paitití o la Sierra de La Plata. Es cierto que en el proceso de colonización intervinieron otros factores, entre ellos el milenarismo, que la religión y la Iglesia iban buscando almas y, en el caso de algunas órdenes religiosas, una sociedad perfecta basada en el amor. Pero la imagen que triunfó fue la de la conquista material, aderezándola con el aporte de nuevos acontecimientos que llegan hasta hoy mismo. En definitiva, se vino a nuestras tierras a hacer la América y este modelo se ha ido repitiendo una y otra vez. Primero fue la época de la conquista, después la del dominio económico de Inglaterra, cuando se llevaban nuestras materias primas, mientras Buenos Aires se lucraba de todo eso. En definitiva, el problema es que Argentina ha crecido sobre el objetivo de una bonanza económica obtenida sin ningún tipo de esfuerzo ni trabajo. Dicho de una manera muy simple, la meta ha sido siempre la de hacerse rico de la noche a la mañana, porque tenemos una tierra generosa, que nos da una agricultura, una ganadería y una minería maravillosas, porque además somos muy listos y capaces de especular, que es la otra forma de obtener dinero fácil, a través de los intermediarios, sean particulares o el propio Estado. Aunque hoy por hoy suene a utopía, hay que entender que la riqueza se genera trabajando, es decir, haciendo cosas para los demás, para la sociedad, no beneficiándose constantemente de ella.
Hablemos ahora de un ámbito más amplio, ¿crees que estamos buscando un nuevo orden mundial?
Creo que hemos entrado en un nuevo orden mundial hace bastante tiempo. Yo te diría que ya sobre el último cuarto del siglo XX se inició el proceso de globalización, sustentado en tres factores: los progresos científico-tecnológicos, la evolución de los medios de comunicación, en el sentido amplio de la palabra, y el propio desarrollo del capitalismo. Ya estamos en un nuevo orden, porque ahora lo que haces en Jujuy repercute en China y lo que haces en Japón repercute en Europa, América o África, por poner algunos ejemplos elegidos al azar. De hecho, ya hemos asistido a la primera crisis global y, por eso, muchos son los países que han caído en ella como en un sistema de dominó. No puede decirse ya que el capital empresarial o la financiación bancaria tengan patria. Los países son estructuras anticuadas y, por tanto, débiles, que necesitan un desarrollo mayor de las entidades supranacionales para poder controlar su propia vida interna. Las empresas ya son transnacionales. Eso significa que el proceso de producción se realiza por partes en diferentes países, que se especializan en distintos sectores económicos, y lo producido se dirige a un mercado mundial. Su poder, y en esto incluyo al narcotráfico, es superior al de la gran mayoría de los Estados. A veces se sitúa el 11-S como el inicio de un nuevo orden mundial, lo cual es falso. El 11-S asistimos azorados a la comprobación del poder del terrorismo global. El intento de neutralizar la crisis que podría haber desatado esta comprobación llevó a Estados Unidos a inyectar dinero en el sistema financiero y esto fue el origen de la actual crisis económica mundial
¿Qué es lo que nos falta o tenemos que cambiar?
El aspecto moral. Lo que falta es ética: ética de la empresa, ética bancaria, ética de los negocios, ética política. Yo resumiría el tema de las hipotecas subprime en Estados Unidos, el mismo que desató la crisis mundial, de la siguiente manera: No puedes estar como un “jefecillo” en un banco -me refiero a un gran ejecutivo- y estar cobrando comisiones vergonzosas por dar créditos a unos señores que tú sabes que no te lo van a poder devolver ¿Por qué haces eso?, si estás perjudicando a tu propio banco. La respuesta es clara: vive a tope sin pensar en los demás. Una sociedad, y me refiero con esto a la sociedad planetaria, tiene que basarse en unos objetivos y en unos principios morales muy claros. Somos animales sociales, no podremos subsistir sin respetar a nuestros congéneres ni a la naturaleza, de la que formamos parte. El materialismo basado en el expolio, la corrupción y la especulación tiene que acabarse, porque su meta es la lucha de todos contra todos, donde no habrá ningún vencedor.
¿Consideraste a Jujuy un nicho de mercado para presentar tu libro?
No, mercado no! Yo no me guío por criterios de mercado en absoluto. He dejado una carrera académica en la que había tenido éxito y ahora soy libre. Hago lo que me da la gana y escribo lo que quiero. Actúo mucho por intuición. Vine a Jujuy por una razón de amistad. Cada vez que visito Argentina me gusta viajar por el interior, porque la naturaleza aquí es majestuosa. Esta zona me encanta, me parece muy distinta al resto del país y aproveché para visitar a una gran amiga. Cuando ella me propuso presentar la novela, pensé que era un acierto, porque definía mi perfil de escritora en consonancia con el mensaje que intenta transmitir El Tacuaral.
¿Fue intuición entonces haber lanzado el libro en plena crisis española?
Intuición, suerte o destino, no lo sé. Envié mi original al Premio de Cáceres cuando la crisis todavía no había estallado públicamente, pero estoy convencida de que el éxito de El Tacuaral se debe al hecho de que narra situaciones universales, que explican las razones de cualquier crisis: espejismos, imágenes equivocadas.
¿Si fuese otra persona, qué te motivaría a querer leer esta novela?
El símbolo del tacuaral, del bosque de bambúes gigantes, intrincado, engañoso y lleno de peligros. Me encanta por la fuerza plástica que tiene. Realmente es una parábola de la irracionalidad y confusión de la vida social y política argentina, un símbolo natural, que te está mostrando lo que ocurre en la sociedad, como si hubiera una relación entre la naturaleza y los hombres que la habitan. Lo leería también por el prólogo, del que hablábamos en un principio, porque en él he intentado expresar el inmenso amor que siento por mi tierra y creo que lo he conseguido.