Revista del Teatro Colón, XVI, Nº 97, Mayo/Junio de 2011 (Buenos Aires)
En la última edición de la Feria del Libro, se presentó ante el público la novela breve El Tacuaral, cuya autora, Virginia Moratiel, nació en nuestra capital en 1954, aunque vive desde hace más de treinta años en España. Estudió Letras en la Universidad del Salvador y Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. En la Universidad Complutense de Madrid se licenció y se doctoró, para incorporarse en 1979 como profesora, especializándose en Idealismo alemán y Filosofía de la Historia. A pesar de que desde aquel momento ha vivido en España, también su primer libro de filosofía fue publicado en la Argentina por Editorial Sudamericana Se trata de La concepción fichteana del amor. A éste siguieron otras obras filosóficas, siendo sus temas preferentes la relación entre ética y política; nacionalismo, cosmopolitismo y sociedad globalizada; posmodernidad y poshistoria; la importancia del cuerpo humano en la fundamentación del derecho; la relación entre naturaleza y espíritu; el arte como elemento supremo de la cultura y objetivación de la filosofía, entre otros.
En 1988 fue finalista del primer Premio de Narrativa de mujeres en España y, como resultado, publicó su primer cuento “La flor de cristal”, pero la realidad es que Virginia seguía escribiendo ocultamente, aunque se entregaba con toda generosidad a las tareas académicas y filosóficas, hasta que en el año 2008, en una de esas encrucijadas que marcan definitivamente el camino de la vida, decidió abandonar la docencia para dedicarse de lleno a la literatura, adoptando el nombre de Virginia Moratiel. El Tacuaral es su primera novela, una obra atrapante que inmediatamente logra que el lector se sienta con la necesidad de seguir sin pausa su lectura hasta el final.
Ya en las primeras páginas se abre un relato corto sobre la creación divina, a modo de chiste, desde un ángulo sarcástico que marca la mirada de los argentinos.
Sin duda, se trata de una novela simbólica. A lo largo del relato van apareciendo rastros de los mitos que antecedieron la conquista española. Ahí surge posiblemente la semilla de lo más significativo de nuestra esencia: esa obsesión por obtener beneficios económicos ha hecho tal vez mella en la evolución madura de nuestra sociedad.
Y como ha dicho la propia autora, El Tacuaral “no tiene un tiempo determinado y es aplicable a cualquier comunidad que se construya persiguiendo una bonanza económica que no se gana con esfuerzo. Ésa es la razón por la cual la obra ha tenido éxito en España, porque allá se está viviendo una crisis económica”.
Se teje poco a poco la trama con notas de tango como fondo. Estas notas, elegidas con tino, acompañan el desamor de varios personajes y actúan como llamadas de atención. La acción se sucede en medio de intrigas en las que el protagonista deberá desvelar la conspiración que crece en medio de esas tierras rodeadas por las altas cañas de tacuara; en definitiva: una parábola de la historia y la cultura de nuestro país, partiendo de dos constelaciones simbólicas, la que sitúa a este espacio concreto de la estancia llamada El Tacuaral, con su entorno natural de exuberancias y desbordes, y el arte implícito en el cuadro que puede apreciarse en su portada, también inmerso en la trama, Los desocupados, de Ricardo Carpani.
Coincidencias de miradas y actualizaciones en pleno siglo XXI ahora con El Tacuaral. Para meditar acerca de nuestra esencia y nuestras raíces, también sobre virtudes y contradicciones. Allí donde España también está muy presente.
Patricia Delmar